Las pirámides pertenecen a las grandes creaciones del ser humano en la antigüedad. Si los palacios eran hechos para disfrutar la vida en la Tierra, las pirámides se construían para generar el vínculo con las deidades y inframundo.
En Egipto y en Mesoamérica quedaron los mejores ejemplos de pirámides. La gran similitud es que formaban parte de la espiritualidad, pero también de la cultura, puesto que relataban la historia religiosa de la zona. Sin embargo, tenían varias diferencias fundamentales en su uso y su arquitectura.
Las pirámides de Egipto
Son las más antiguas, ya que su construcción comenzó aproximadamente desde el 2.700 antes de Cristo. El estilo inicial era el escalonado, similar al de los mesoamericanos. Luego avanzó hasta el modo romboidal, llegando al clásico, de caras lisas.
Cada gran faraón o señor egipcio era homenajeado con una pirámide. Y aquí entra el motivo de su creación: rendirle culto al fallecido. Estas construcciones servían para el descanso eterno del personaje, para que pudiera ser bien recibido en el más allá.
Se ha localizado un centenar de pirámides, siendo las más famosas las de los faraones Keops, Kefrén y Micerinos, en la llanura de Giza. En la actualidad, las de Saqqara son analizadas por las autoridades egipcias, siendo halladas cientos de momias, estatuillas y otros elementos de la era faraónica.
Las pirámides mesoamericanas
Su construcción es más reciente, la mayoría de ellas entre el 200 y el 1.500 después de Cristo. Sin embargo, la etapa más prolífica se encuentra entre el 500 y el 700 después de Cristo.
El territorio mesoamericano abarcó culturas como la maya y azteca (las más importantes), la xelhua, la coba, olmeca y tolteca. Las más reconocidas son las de Teotihuacán y Kukulkán (Chichén Itzá), y la Gran Pirámide de los olmecas en La Venta, entre otras.
A diferencia de las egipcias, las pirámides mesoamericanas no pretendían homenajear al fallecido, sino casi siempre a las deidades. La estructura servía para rendir tributo a los grandes seres, usualmente con sacrificios.
Arquitectónicamente, la mayoría de las pirámides son escalonadas. Algunas, como la de maya del Mago (México) es de cara lisa, pero con escalinatas. El fin era ascender a lo más alto para estar más cerca de la deidad.