Cuando se describe el campo magnético de la Tierra se dice que es como si nuestro planeta funcionara como un imán gigante, con sus dos polos, norte y sur, ubicados de forma ligeramente desfasada con el norte y el sur geográficos.
Pero en los imanes los polos están fijos, mientras que eso no es precisamente lo que ocurre en la Tierra.
Imán dinámico
El campo magnético de la Tierra, también llamado geomagnético, existe debido a que el núcleo del planeta está formado por metales con propiedades magnéticas: hierro y níquel.
En el interior de la Tierra las temperaturas son muy altas y esos metales están fundidos y su movimiento origina corrientes eléctricas, que a su vez inducen un campo magnético.
Este campo geomagnético no es completamente homogéneo y cambia, justo porque se origina en los procesos dinámicos que existen en el núcleo de la Tierra.
Sabemos que a lo largo de la historia del planeta estas variaciones han dado lugar a las inversiones de los polos magnéticos, como el evento geomagnético de transición Adams, que ocurrió hace 42,000 años.
Anomalías magnéticas
Además de las inversiones de los polos, que ocurren en lapsos de tiempo muy grandes, existen otras variaciones que ocurren en periodos de tiempo más cortos.
Es posible notar por ejemplo que el campo tiene zonas de menor intensidad, como una que se ha estado monitoreando desde hace años y se ha llamado la anomalía del Atlántico Sur.
En esa zona, ubicada entre Sudamérica y África, el campo magnético es menor que en otras partes del planeta, pero además sabemos que en un lapso de 50 años, de 1970 a 2020, se ha debilitado en un 8%.
Analizar esas anomalías, permite a los científicos conocer con más detalle los procesos dinámicos que generan el campo magnético dentro de la Tierra.
Satélites en peligro
El campo geomagnético se extiende desde el núcleo de la Tierra hasta el espacio, hasta la magnetosfera, que protege a la vida del planeta, pues desvía y atrapa partículas que el Sol nos lanza todo el tiempo.
El viento solar contiene partículas y radiación, que debido a su alta energía podrían interactuar con las células de los seres vivos y causar daños.
Por ahora las anomalías que existen no nos ponen en peligro a los seres vivos, pues aunque se mueva y debilite un poco, el campo sigue cumpliendo con su trabajo evitando que esa radiación llegue a la superficie de la Tierra.
Sin embargo sí podría afectar a nuestros satélites artificiales: a la altitud a la que orbitan, al pasar por esas zonas de anomalía, sí pueden recibir más radiación, lo que podría causarles fallas o dañarlos.
Pero al final los satélites se cuidan entre ellos, pues una de las formas que tenemos de monitorear el campo geomagnético es con observaciones satelitales, así que al final de cuentas ellos mismos se encargan de recopilar los datos que se usarán para diseñar otros, que resulten más aptos para seguir funcionando en ese ambiente de radiación extra.