Quizás alguien se habrá preguntado alguna vez: ¿desde cuándo existe la cerveza?. Nunca hubo dudas qué desde hace mucho tiempo. De hecho hay registros que ubican a la popular bebida desde el año 4.000 a.C. Sin embargo, reinaba la producción artesanal, nunca antes mejor acuñado el término.
Pero la realidad es que un reciente descubrimiento encontró una planta que producía a nivel industrial. Según los cálculos es de hace 5 mil años. Una birra faraónica, literalmente hablando.
Reseña Slash Gear que el hallazgo fue realizado por la profesora Deborah Vischak, quien dirige un proyecto de arqueólogos denominado North Abydos, de Princeton. Es hasta ahora la cervecería a escala industrial más antigua que se conoce. Dicen que el complejo estaba preparado para dotar de cerveza a miles de personas, en un solo lote.
Asimismo, reseña el portal citado que el equipo de Princeton trabajó con arqueólogos egipcios. La intención de esto era entrar en contexto con la rica historia del territorio en el Oriente Medio. Gracias al conocimiento de los expertos, ubicaron el descubrimiento en pleno surgimiento del estado faraónico. Es decir, en algún momento en los 3.000 a.C.
La cerveza en la historia
El mismo sitio explica que para esas fechas ya era conocida la producción de la cerveza. No obstante, nunca habían encontrado pruebas de que existiera una producción a escala industrial. Por lo tanto, es una prueba suficiente para entender la importancia cultural de la cerveza, en ese entonces, por supuesto.
“Probablemente fue construida para abastecer los cultos funerarios de los primeros reyes de Egipto. En estos se realizaban rituales para adorarlos como figuras divinas. Y así sostenerlos en la tierra de los muertos”, dijo Matthew Adams, coautor del proyecto.
El portal de Princeton hace una explicación en la que dice que la cervecería estaba ubicada al borde del desierto. Específicamente en una zona del extremo norte que se conoce como la antigua Abydos.
Sobre las instalaciones detallaron:
Cada instalación contenía unas 40 tinas de cerámica grandes, dispuestas en dos filas y sostenidas por anillos de puntales de barro secados al sol, o “patas de fuego”. Las tinas se usaban para cocinar a fuego lento, o “macerar”, una mezcla espesa de grano y agua que luego se filtraba y fermentaba”.